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    Se le complica panorama político a Abinader

    Danilo Cruz Pichardo

    En cualquier país del continente cuyo gobierno no pueda controlar los precios de los productos de la canasta familiar ni los niveles de inseguridad ciudadana, como en República Dominicana, el presidente tendría serios inconvenientes en término electoral. Ese no es el caso nuestro, empero, porque hasta hace pocos días el jefe de Estado estuvo coqueteando con el 50 por ciento.

    Sin embargo, a raíz de la promulgación de la Ley 1-24, que violenta artículos constitucionales sobre derechos humanos, entre otros errores, el proyecto reeleccionista ha perdido apoyo en la población.

    Hace dos semanas refuté un comentario de Julio Hazim –hombre de lenguaje llano, didáctico e inteligible–, en el cual sostenía que el triunfo de Luis Abinader es inevitable, porque conforme a las encuestas la suma de Leonel Fernández y Abel Martínez apenas alcanzaba el 40%.

    Eso no se calcula así, porque hay que valorar el eventual impacto que tendría una concertación de esos dos candidatos presidenciales, pues habría una recomposición, el panorama varía y habría nuevas percepciones.

    El Gobierno tiene sus asesores, su agenda de trabajo y su maquinaria publicitaria para ofertar percepciones. Y entre las bolas que ponen a correr está en que dejarían que la Fuerza del Pueblo gane la senaduría del Distrito Nacional, a través de Omar Fernández, lo que sería un regalo de consolación ante el inminente triunfo de la reelección de Abinader.

    Omar es puntero en las encuestas desde mucho antes de que lo pongan a competir con Guillermo Moreno. Y Leonel recorre el país con la intención de ganar el certamen electoral de mayo, por lo que cada cual tiene su propia agenda y estrategia.

    Se sabe que Leonel Fernández y Danilo Medina no son amigos, pero no se trata de un asunto personal, es un problema de alta política, sobre todo qué le conviene a cada quien. Y Danilo Medina tiene como objetivo principal sacar a Luis Abinader del poder, por lo que su principal condición, entre otras naturalmente, es la entrega del Ministerio Público.

    El presidente del PLD e Hipólito Mejía son aliados, pero es con relación a candidaturas menores, no a la Presidencia de la República.

    Al propio Mejía solo le importa su hija Carolina, después no es confiable para nadie, como tampoco resulta confiable para Luis Abinader una poderosa familia, que juega una carta de día y otra de noche.

    Las mediciones silenciosas, como herramientas de trabajo, se hacen cada semana. Ahora acaba de descubrirse que una fórmula electoral constituida por Leonel Fernández y Gonzalo Castillo resultaría más exitosa que la de Leonel y Abel.

    El problema radica en que se necesita la permanencia de Abel en el proyecto opositor, por el peso que tiene su liderazgo en Santiago y en todo el Cibao. ¿Qué hacer con Abel? Ese es un problema cuya solución estudia el verdadero dueño del PLD, entiéndase Danilo Medina.

    Aquí la firmas encuestadoras ofrecen estadísticas, incluyendo aquellas que gozan de prestigio, pero ninguna se ha atrevido a revelar que el voto de respaldo de la reelección es frágil. Me explico: hay votos duros, votos prestados y votos circunstanciales y el sufragio de Abinader se inscribe en esta última categoría.

    El voto duro del jefe de Estado apenas es del 30%, correspondiente a personas del antiguo PRD, hoy PRM, y que han logrado colocaciones en la administración pública.

    ¿Quién puede asegurar que los empleados públicos y las personas pobres que reciben asistencias sociales votarían por el PRM, si hasta hace apenas unos años juraban fidelidad al PLD? ¿Quién puede asegurar, además, que los alcaldes y exalcaldes peledeístas comprados en todo el país apoyarían la reelección presidencial?

    La gente no cambia de sentimiento político tan rápido, aunque hay que admitir que la creencia de que Abinader gana le suma de 10 a 15 puntos porcentuales.

    Pero aclaro: esos 10 o 15 puntos, si la cosa se le complica a Abinader, podrían abandonar el barco. La historia electoral dominicana dice que cuando las fuerzas se bipolarizan, como ha sido costumbre, cuando una baja la otra sube.

    Observen que cuando Luis sube la oposición baja, pero también lo inverso. Si Abinader pierde 10 puntos, esos puntos se mueven hacia la oposición, lo que a fin de cuentas significan 20.

    Finalmente, para ilustrar sobre la fortaleza del sufragio, puedo poner algunos ejemplos. Votos duros tuvo el doctor Peña Gómez en 1996, pero el techo era muy rígido y la falta de crecimiento en segunda ronda le impidió ganarle a Leonel Fernández, que recibió votos prestados de Joaquín Balaguer.

    El voto de Abinader no es prestado, mucho menos duro, es comprado, porque las supuestas adhesiones se basan en prebendas políticas y privilegios para la oligarquía.

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