La batalla de la Vega Real fue la primera batalla que tuvo lugar entre conquistadores españoles e indígenas en el Nuevo Mundo.
Todo ocurrió tras el viaje de más de cinco meses por las principales islas caribeñas, el Almirante Cristóbal Colón retornó el 29 de septiembre de 1494 en bastante mal estado de salud. En La Isabela se encontró, felizmente para él, con que había llegado su hermano Bartolomé, inteligente y enérgico navegante y militar.
Inmediatamente Colón le nombró Adelantado y Gobernador de las Indias para que le ayudase en la complicada gestión de una isla en rebeldía, no sólo de los indígenas, sino también de sus propios compañeros de expedición.
Este nombramiento provocó un pequeño conflicto con el rey Fernando ya que éste no consideraba que Colón pudiese tener el privilegio de nombrar adelantados, pero al final se le permitió hacerlo y Bartolomé conservó el cargo.
La isla se encontraba en pie de guerra. Caonabo intentó acabar con el fuerte Santo Tomás, pero se encontró con la eficaz defensa del mismo por parte de Alonso de Ojeda. Tuvo que retirarse sin conseguir nada pero no se rindió.
Hizo un llamamiento a los principales caciques para crear una alianza y atacar conjuntamente La Isabela y así terminar con la presencia de los extranjeros en Haití, pero se llevó una sorpresa al no conseguir el apoyo del cacique del Marién, Guacanagaríx.
Ante los incidentes y luchas ocurridas durante la ausencia del Almirante el cacique “rebelde” se reunió con Colón y le prometió que él y sus tribus habían permanecido fieles a los españoles, aportando como prueba , que todos los soldados cristianos que estaban en su región estaban perfectamente atendidos y sanos. Asimismo, aprovechó para informarle sobre la coalición de los otros 4 caciques de la isla para atacarles. Esta lealtad y el chivatazo le costó al cacique la muerte de una de sus mujeres a manos del cacique Bohechio y el secuestro de otra por Caonabo , convenciéndose definitivamente de unirse a los españoles para vencer a la coalición indígena.
Tras estos hechos ocurrió uno que marcaría el devenir de los acontecimientos. Ojeda, al frente de una pequeña comitiva, partió con la misión de capturar al más peligroso de los caciques, Caonabo.
Ideó un plan que sería utilizado por otros conquistadores posteriormente y que les traería grandes éxitos: internarse en el corazón del territorio enemigo, ganarse la confianza del objetivo y en algún momento de descuido, capturarlo.
Así hicieron con Caonabo. Que fue llevado a La Isabela hecho prisionero y fue presentado a Colón. Éste decidió enviarlo a Castilla para que el cacique más importante de la isla tratase con los reyes castellanos, los cuales probablemente le habrían tratado como tal y no como un simple prisionero o trofeo de guerra.
Sin embargo, Caonabo tristemente nunca llegó a España. Hay dos versiones, una dice que el buque en el que fue embarcado naufragó en las cercanías de La Isabela y la otra dice que murió de pena durante la travesía y que su cuerpo fue lanzado al mar.
La captura de Caonabo impactó profundamente al resto de caciques, que sin más dilación decidieron atacar La Isabela, ya no sólo para intentar expulsar a los extranjeros, sino también para intentar liberar a su líder más importante.
Su puesto había sido ocupado por su hermano Manicaotex, guerrero tan valiente e inteligente como él.
Colón ya estaba sobre aviso y se adelantó a los acontecimientos, en vez de esperar a que los ejércitos indígenas llegasen hasta La Isabela, salió con doscientos infantes, varios cientos de nativos aliados, veinte caballos y veinte perros de presa a alcanzar al ejército indígena estacionado en la Vega Real (muy cerca de la actual ciudad de Santiago de los Caballeros), que era muy superior en número. Estamos en el 27 de marzo de 1495.
La batalla no duró mucho. Bartolomé ordenó que las pocas fuerzas con las que contaban se separasen en dos grupos y que atacasen por dos sitios distintos al grupo principal de los indígenas, dando así la sensación de ser muchos más.
A los primeros disparos de arcabuces y descargas de ballestas, la visión de los caballos y la de los perros de presa los indígenas empezaron a huir aterrorizados, a lo que hay que sumar el ataque frontal de Alonso de Ojeda.
La leyenda ha contado que la huida repentina fue provocada por la aparición de la virgen de las Mercedes que apareció sobre el Santo Cerro y descendió hasta la cruz que Colón y sus hombres había clavado en tierra y que intentó ser destruida por los indígenas sin lograrlo, algo milagroso según ellos.
La primera batalla seria, también llamada batalla del Santo Cerro, entre conquistadores y nativos no duró más que unos minutos y supuso la sumisión de todos los caciques al poder español. Lo cual traería consecuencias.
Texto: encaribe