viernes, mayo 9, 2025
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    EDITORIAL

    Tregua navideña

    La concertación de una tregua navideña es una gran necesidad nacional. La campaña política desatada a destiempo está trastocando la vida de los dominicanos. Una parte considerable de la población no vive atenta al accionar partidista. Guarda sus fuerzas para los días finales de las elecciones nacionales.

    Por consiguiente, es obligación de todos los partidos políticos hacer un alto en una campaña iniciada muy temprano, y dar un respiro a los ciudadanos. Ya habrá tiempo de más para el proselitismo desbordado y sin control.

    Nada obliga a los partidos a realizar una tregua política con motivo de las navidades, pero esa es la costumbre nacional. En otros años, la tregua ha sido aceptada, pero se respeta solo un 40 por ciento, lo más. El activismo se disfraza de dádivas, de fiestas populares, de caravanas de aguinaldos, y de miles de colores.

    La vieja entrega de fundas con alimentos, los sobrecitos y las tarjetas, aligeran la tregua. Es un vicio que se inició con el doctor Joaquín Balaguer, y todos han seguido su receta sobre el clientelismo político. Pero el dominicano de abajo es inteligente y toma la fundita sin tener compromiso con nadie.

    La Junta Central Electoral tiene fuerzas limitadas, necesita presentar músculos. Los partidos toman sus decisiones sin importar el reglamento electoral. Es hora de que la JCE comience a dar pasos certeros, para hacerse del reconocimiento y el respeto absoluto de la ciudadanía.

    Para el venidero año, la JCE tiene que obligar a los partidos a seguir el cronograma de preparación de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales. Si no hay un estricto orden y un respeto institucional, habrá problemas el día de las votaciones.

    Los partidos tienen que tener más responsabilidad social. En vez de estar gastando millones de pesos en una campaña a destiempo., se deberían dedican a educar a sus militantes, y a preparar su programa de gobierno. En los últimos torneos electores, a nadie le importó presentar un programa de realizaciones futuras cumplibles.

    Si se analiza ligeramente, los slogans de campaña no significan un programa de gobierno. La vocinglería no pasa de ser recursos nimios para la atención de un público que solo le interesa el fugaz instante del paso de una caravana. Se va a las elecciones con las manos vacías, y el macuto de la demagogia repleto de promesas.

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