jueves, octubre 23, 2025
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    Ex administrador de la Lotería Nacional Dominicana: la historia de un hombre al que su propio partido olvidó

    Por: Nelson Feliz

    A veces me pregunto si realmente tiene sentido soñar, creer en algo o luchar por un ideal en un mundo donde la lealtad parece no tener valor. Me lo pregunto porque he visto de cerca lo que ocurre cuando la integridad choca con la indiferencia del poder.

    Conocí a Michel Dicent hace muchos años, mucho antes de que fuera una figura pública.

    Siempre fue el mismo: cercano, humilde, amigo, solidario. Nunca lo vi como un funcionario arrogante ni como un político de despacho. Lo vi como un ser humano dispuesto a servir.

    Recuerdo aquella vez, en su oficina de la Lotería Nacional, cuando le dije: “Tú no debes sentirte cómodo con el éxito de hoy. Si ahora la institución tiene dinero y antes no lo tenía, alguien está dejando de recibirlo, y eso te va a generar enemigos.

    Te pasarán factura, y no será de forma justa.” No se lo dije por temor, sino porque presentía que la honestidad en este país suele pagarse muy caro.

    El tiempo, lamentablemente, me dio la razón. Ver a Michel Dicent, quien fue administrador de una de las instituciones más importantes del Estado, hoy trabajando de forma humilde, friendo empanadas, lijando madera o pintando, no me provoca lástima, sino una mezcla de indignación y respeto.

    Porque mientras otros esconden sus culpas tras apellidos y privilegios, él enfrenta la vida con las manos limpias y la cabeza en alto.

    No sé si el PRM gobierna bien o mal. Pero estoy convencido de que uno de sus mayores errores ha sido abandonar a los suyos, especialmente a quien, con fidelidad y entrega, dio todo por ese proyecto político.

    Michel Dicent fue leal, fue coherente, fue un creyente en el cambio. Hoy es, sin embargo, el rostro más visible del olvido y la ingratitud.

    Lo que le ha pasado a Michel no es solo una injusticia política; es una herida moral para un país que dice defender la transparencia pero castiga la lealtad y el trabajo honesto.

    Es una historia que retrata cómo en nuestra sociedad ser un soñador se ha convertido en un pecado, y cómo la indiferencia puede ser más cruel que la misma injusticia.

    De administrador de la Lotería Nacional a freidor y vendedor de empanadas, acusado de malversar mil quinientos millones de pesos. O alguien miente, o muchos fingen no ver la verdad.

    Porque quienes lo conocimos sabemos que no era un ladrón: era un soñador, un hombre de fe, un dominicano de pueblo que creía en hacer las cosas bien y que agarró una institución abandona y la dejó brillante y con fondos en tiempos de crisis.

    Hoy, más que nunca, creo que su historia debe contarse. No como un lamento, sino como una lección. Porque los hombres justos pueden caer, pero no se rinden. Y Michel Dicent sigue de pie. Mi pregunta es: ¿Y AHORA CÓMO ENMENDAMOS ESTO, CÓMO HACEMOS LUEGO DE SABER QUE NO ES CULPABLE DE LO QUE SE LE ACUSÓ? ¿QUÉ HACEMOS PARA PAGAR EL DAÑO A ÉL Y SU FAMILIA?

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