lunes, diciembre 23, 2024
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    Nieto de Salvador Allende dice que su muerte creó un «trauma intergeneracional» en su familia

    Agencia EFE

    El primer eslabón de ese trauma intergeneracional de los Allende es el suicidio del entonces presidente socialista en el Palacio de La Moneda, donde después los golpistas lo hallaron muerto.

    Uno de los nietos del malogrado presidente chileno Salvador Allende, Alejandro Fernández Allende, afirmó este martes que la muerte su abuelo generó un trauma intergeneracional «muy grande» en su familia, cuyos miembros han tenido que pagar un precio «muy alto» por el golpe de Estado de Augusto Pinochet hace 50 años.

    «Lo hemos pasado muy mal. No es algo que se hable en mi familia. Son más bien cerrados (para) hablar esos dolores, de esos traumas, de esa época tan oscura para los chilenos y para nosotros como familia», dijo Fernández a EFE en Sídney, a donde viajó para asistir a un acto para marcar el 50 aniversario del golpe de Pinochet contra el Gobierno de Allende.

    En este contexto trágico, el primer eslabón de ese trauma intergeneracional de los Allende es el suicidio del entonces presidente socialista en el Palacio de La Moneda, donde después los golpistas lo hallaron muerto.

    Fernández recordó que en aquel momento su madre, Beatriz «Tati» Allende Bussi, hija, asesora y confidente de Salvador Allende, estaba embarazada de él. Alejandro Fernández nacería el 5 de noviembre de 1973 en Cuba, donde se exilió su familia.

    DUELO TRAS DUELO

    En su exilio en Cuba, «Tati», quien «amaba incondicionalmente» a Salvador Allende, realizó muchas campañas de solidaridad y ayudó a mucha gente torturada, pero «nunca se recuperó de esta gran pérdida» por la muerte de su padre, y de la de muchos compañeros durante la dictadura de Pinochet.

    Sumida en los laberintos de una grave depresión, «Tati» se quitó la vida el 11 de septiembre de 1977, recuerda con tristeza Fernández al referirse al segundo eslabón del trauma intergeneracional de los Allende.

    «Hemos tenido hartas muertes trágicas en la familia», remarcó Fernández al enumerar otros duelos como la muerte de su tía Laura Allende, quien teniendo un cáncer terminal se quitó la vida en «una especie de protesta» porque Pinochet no la dejó entrar a Chile por considerarla «muy peligrosa».

    «Hay un trauma intergeneracional muy grande», admitió el nieto de Allende, quien cree que de alguna manera sus «exilios» -primero en Cuba y actualmente en Nueva Zelanda, después de un breve retorno a Chile- se vinculan al golpe del 11 de septiembre de 1973 en Chile y la muerte de su abuelo.

    «EXILIO» DESPUÉS DEL EXILIO

    Fernández contó que su «segundo exilio» ocurrió después de que una de sus abuelas sufriera una serie de ataques verbales y una agresión física en Santiago por simpatizantes de Pinochet durante la detención del dictador en Londres (1988-2000), cuando el juez español Baltazar Garzón ordenó su arresto para juzgarlo por genocidio, terrorismo internacional y desaparición de personas en Chile.

    «Decidí irme de Chile porque el dolor era demasiado y porque temía que si yo me quedaba en Chile iba a terminar muy mal», confesó Fernández, al remarcar que hoy en día se siente más tranquilo al hablar de «todos esos dolores, del daño que nos han hecho».

    LEGADO Y DEUDA A SU MEMORIA

    Fernández lamentó que su vida esté marcada por «la sombra de la dictadura militar» y lo que le pasó a su abuelo, tras reconocer que esa persona a quien nunca conoció y fue venerado como «una estrella de rock» en Cuba, tenga una papel «predominante» en su vida.

    No obstante, Fernández celebró que el legado histórico de Salvador Allende -el primer presidente socialista electo del mundo- se reconozca mundialmente porque «quien se sacrifica por los demás nunca muere realmente».

    En honor a su memoria, él espera que Chile reconstruya su legado «sin toda está retórica de odio, de verdades torcidas fascistas, de noticias falsas» y que algún día se muestre su programa «de una manera totalmente neutra».

    En cuanto a Australia, Fernández confió en que Camberra extradite a la «genocida» Adriana Rivas, la exagente de Pinochet acusada en Chile por la desaparición de siete personas, y desclasifique los documentos secretos sobre el papel de los espías australianos en el golpe de Chile y «pida disculpas» por socavar un Gobierno «democráticamente electo».

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