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    EDITORIAL

    Educación y progreso

    El pleno desarrollo de la escuela es la mejor seguridad que se puede tener de que la sociedad dominicana avanzará. Si castramos la modernidad, el respeto y el resurgimiento de la luz de la enseñanza, poco se logrará en la lucha contra la violencia.

    Es que todo tipo de violencia, dentro de la atormentada sociedad dominicana, se tiene que enmarcar en la falta de educación y en las acciones atropellantes que genera la marginalidad. Las aulas están ahora abiertas, por lo que es posible corregir los entuertos.

    A un paso corto para terminar el presente año escolar queda en el ambiente lo traumático que ha transcurrido. Desde violencia desmedida entre estudiantes, agresión a profesores, y al cerrar la página, un estudiante que intranquiliza a una maestra con un machete.

    Llevando a un plano de concertación entre el ministerio de Educación y la Asociación Dominicana de Profesores se debe tender la bandera del dialogo y la concertación.

    Hay que dejar atrás los enfrentamientos insensatos, la alocada lucha por mejoría salarial y comenzar a trabajar con seriedad.

    No perdamos el rumbo, la desaparición del núcleo básico de la sociedad, que es la familia, convierte en un papel que a pocos importa la superación, la formación hogareña, pensar en el futuro y tratar de mejorar en base al trabajo y la honradez.

    El ciclo cerrado del difícil camino que conduce al delito marcha por las deficiencias de la educación, de un modelo que no satisface necesidades elementales, que no está dirigido a educar al joven para que pueda desempeñar cualquier empleo técnico, o pasar con buen tino a las universidades.

    Estamos todos preocupados por el futuro del país, pero es hora de ir poniendo columnas que eleven la enseñanza pública, que saquen del abandono, y que por métodos científicos sea posible corregir la deserción escolar.

    Hoy es una de las realidades más dolorosas. Los miles de estudiantes que todos los años abandonan las aulas.

    A partir de que un niño, o un adolescente abandona la escuela, comienza a caer sobre él la guillotina de la definitiva exclusión social, mientras se abren las puertas de la delincuencia. Sin formación académica, sin posibilidades de conseguir un trabajo decente, las tentaciones zarandean a muchos jóvenes descarriados, llegando a caer a la práctica delincuencial.

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